En este esquema, Avaron está situado en el tercer nivel desde el fondo. Es capitán de una compañía enmarcada en la Divisón XIV de la Armada Eìmier. Es decir, la Eìmier sería la que contiene los Regimientos IX a XVI. Tiene a alrededor de 160 hombres a su mando. Está a las órdenes de un coronel. La batalla enmarcada en el capítulo propiamente llamado 'Shalot' está librada por una sola división, entendiéndose que los regimientos son la unidad mínima en estrategia y que la pérdida del Suetarca Hanz junto a casi todos los oficiales de la división (4 generales, 16 coroneles) supone la pérdida de casi la octava parte del mando de la Armada Eìmier. Es esto lo que provoca la ascensión de Avaron a General en tiempo récord.
ledb
martes, 21 de agosto de 2012
jueves, 16 de agosto de 2012
Notas sobre el Aldungar - I «Casos y morfología»
Æc som Avāron.
Æc som Leukesi al-asheri Nukseir.
Æc som Nuksi aname.
Æc som til dae Térea asheri dágeras.
Æc som Nukseiri varaes.
Som til dae Eīmieri kóreas.
El «Idioma Antiguo», al que le correspondería, en sus propios términos, un nombre como "lengua-corazón", está basado en vocabulario y en alguna forma en el proto-indo-europeo reconstruido o PIE. La palabra para designar al PIE, *dnghwa, de donde viene el latín dingua -> lingua, sería base para el nombre del IA. Podría unirlo al PIE *wetos- (año, de donde viene vetus, vetusto, viejo) o *-h2el (crecer, alimentar, de donde viene old). Así, podría resultar Aldengur o Aldungar como nombre para el IA, más cogiendo la raíz *al-, "todo", que la que asciende de old. Designaría así la unión de todas las lenguas o la lengua de todos.
Vocabulario y formación
Presentados todos en caso nominativo:
Æc - "Yo", Why not?
Leukes - del PIE *leuk, "luz".
Nuks - del PIE *nokwts, "noche".
Nukseir - de Nuks, relativo a la noche, "sombra, oscuridad".
Téreo - "Etéreo".
Eīmier - del PIE *H1ei- y concretamente de la raíz báltica eīmi, "ir". "Los que marchan", es decir, "Errantes".
Asher - del PIE*ésH₂r̥ y concretamente del sánscrito ásr̥t, "sangre". Aquí, refiriéndome a la sustancia de la cosa, "forma".
Aname - del PIE *H₂enH₁- y concretamente del latín anima, "aliento".
Plural:
Æc -
Leukesia - 'ia' después de -s. Aquí cambia 'Léukes' por 'Leukésia'.
Nuksia - ""
Nukseira -
Térea -
Eīmiera -
Ashera -
Anámea -
Se podrá observar que el Aldungar es relativamente sencillo de analizar. Se trata de un idioma flexivo y fusionante. Además, igual que las lenguas indoeuropeas, se trata de una lengua nominativo-acusativa, pues se trata de igual forma al sujeto de un verbo transitivo y al sujeto de un verbo intransitivo frente al objeto del verbo transitivo (Avaron come, frente a Avaron come patatas, teniendo 'patatas' una flexión propia del caso acusativo).
Formo el caso genitivo directamente sobre el nominativo.
-Añadiendo 'i'.
Æc som Nuksi aname.
Como del latín (tomado de un ejemplo en Wikipedia):
En latín, tenemos formas como filius amici '(el) hijo del amigo' o amicus filii '(el) amigo del hijo'
Así, "Yo soy de-(la)-Noche (el)-aliento", "Yo soy el aliento de la noche".
-'iar', 'jar'. Como caso posesivo, como variante especial del genitivo.
Ic es Avāronjar asher. - "Esta es de-Avaron sangre", "Esta es la sangre de Avaron".
'jar', con 'j' como aproximante palatal, como en 'you', 'Iä!' o 'Einherjar'. Añadido al poseedor, como en 'Avaron's'. Para nombres propios sin duda. Cuando es inalienable en comunes.
Ic es asherjar erod. - "Este es de-(la)-sangre rojo", "Este es el rojo de la sangre".
Ic es nuksi dágera. - "Este es el llanto de la noche". Es alienable, terminación 'i'.
Ic es nuksjar nukseir. - "Esta es la sombra/oscuridad de la noche". Totalmente inalienable, de hecho, es redundante.
-Por derivación, 'eir' e 'ir' como 'perteneciente a', 'relacionado con', para sustantivación. Estrictamente hablando, éste es el caso dedativo.
Así, una corriente ideológica creada por Avaron podría ser llamada 'Avāroneir' o ''Avāronair'. Mientras que de ella se podría decir que se trata de ''Avāronjar theor', es decir, le pertenece.
De aquí, la sustantivación del principal atributo de 'Nuk', la Noche, sería 'Nukseir' como "Sombra / Oscuridad".
De la Luz podemos sustantivar el brillo en sí diciendo 'Leukesir'.
Así, podríamos hablar del brillo de la noche construyendo 'Nuksi leukesir' o 'Nuksjar leukesir', lo que se consideraría más poético por la enfatización de la ironía; de la luz de la oscuridad, 'Nukseiri leukes' y equivalentemente 'Nukseirjar leukes', 'Leukesi nukseir', 'Leukesjar nukseir', etc.
La terminación 'eir' o 'ir' es arbitraria para según qué palabras.
-Caso acusativo, designando al complemento directo objetivo de un verbo transitivo.
Æc som til dae Térea asheri dágeras.
Aquí, "Yo soy aquel por quien los Etéreos lloran sangre". Se construye igual que el genitivo general, obviando las variedades posesivas y demás.
"Æc Avāroni ekshem" sería "Yo veo a Avaron".
-Caso dativo, dirección, complemento indirecto.
Avāron engari Ledad oOo. "Avaron le dijo a Leda 'oOo'". Aquí se obvia el caso acusativo para el mensaje.
Se añade -d al complemento cuando se pueda.
Avāroned.
Avāron doneri Tautarkad an lítere. "Avaron dio al Tautarca un libro".
Avāron doneri Tautarkad líteri. "Avaron dio al Tautarca el libro".
Avāron doneri Tautarkad líterai. "Avaron dio al Tautarca los libros".
Avāron doneri lítered Tautarki. "Avaron dio al libro un Tautarca".
Mejor construido anteponiendo el objeto indirecto al directo.
-Caso ablativo. Complementos circunstanciales.
Causa, por el sufijo/preposición dae, equivalente a 'por'.
Æc som til dae Térea asheri dágeras. Podría ser también Æcdae som til, Térea asheri dágeras, "Por mí soy este/aquel, que los Etéreos lloran sangre",
Avārondae Térea asheri dágeras, "por Avaron lloran sangre los Etéreos".
La pronunciación de la -e se desvirtúa con 'dae' como sufijo hasta poder pronunciarse como Avārondah.
-Caso locativo. Indicando lugar, sufijo it (después preposición); equivalente a 'en'.
-Caso locativo. Indicando lugar, sufijo it (después preposición); equivalente a 'en'.
Auskorit Avāron dágeras. "Avaron llora en el Auskor".
-Caso instrumental. Indicando con qué. Prefijo y posterior preposición ta.
-Caso instrumental. Indicando con qué. Prefijo y posterior preposición ta.
Ta-kórelos Avāron dáunas al-gómoni. "Con furia Avaron destruye a todos los hombres"
miércoles, 15 de agosto de 2012
Logorista - Despertar I
Æc som Avāron.
Æc som Leukesi al-asheri Nukseir.
Æc som Nuksi aname.
Æc som til dae Enknedeir asher díteras.
Æc som Nukseiri varaes.
Som til dae Eīmieri kóreas.
Abro los ojos.
Unas palabras que danzan ante mis ojos y se escapan más allá de mi alcance. Casi me aferro a ellas. Pero ya no queda nada, ni un solo destello de la lucidez de un sueño; ahora sólo me rodea la oscuridad. La oscuridad y un hedor penetrante y húmedo. Unos poderosos pulmones que duelen por el frío aire.
Busco en mi interior y no veo más de lo que ya ven unos ojos, el vacío absoluto. ¿Qué? Oscuridad. ¿Dónde? En la Oscuridad. ¿Cuándo? Ahora.
Reteniendo apenas las arcadas, me alzo desde el suelo. La angustia, el mareo, me asaltan. No por el olor, desde luego. Un dolor líquido anega mi cabeza junto a centenares de agudas agujas. Abro con fuerza mis ojos; por un momento me parece ver sonreír a la mismísima oscuridad. Inspiro con calma. El dolor cede rápidamente; el mareo, la sombra, la humedad, persisten. Me rodea un silencio absoluto, una quietud sin nombre. No estoy seguro de cuánto tiempo, pero pasa alguno antes de que una idea aflore, como una... como una casi imperceptible luz.
Me giro hacia esta idea informe y siento el amable roce de la brisa en mi piel, en mi pelo. Avanzo. Mis pies trastabillan con obstáculos que de inmediato identifico como huesos, mis manos tendidas hacia la negrura rozan aquí y allá una mohosa piedra, una húmeda superficie de madera o una fría mancha de espeso hedor. Avanzo así, casi sobre mis cuatro miembros. Avanzo entre huesos y sangre, entre órganos y podredumbre, entre frío, humedad y sombra. Mis dedos encuentran algo. Una escalera de piedra. La certeza me impresiona por su sencillez. Asciende vertiginosamente hacia una oscuridad más fresca, más seca, más viva. Yo asciendo con ella y contra el aire que acaricia mi cuerpo.
Y ahí está. Es la primera vez que veo esta luz pero es mi hermana. La conozco tanto como a la espesura que me ha visto nacer. Extiende su dominio argénteo por toda la extensión de una amplia llanura de sombras desde mi mano tendida al firmamento hasta ella misma y el mismo horizonte.
Un deforme disco de fuego blanco, altivo pero enfermizo, reina sobre un océano de roca y arboleda. Impera orgulloso, minúsculo, desde un manto negro de innumerables diamantes engarzados. Un surco carmesí cruza de horizonte a horizonte el firmamento, estela sanguinolenta. Pero extrañas luces contaminan el bello espectáculo; de destellos dorados, rojizos, pálidos y verdosos, rodeados de angostas volutas de luz violeta o de raros colores. Danzan con gran lentitud alrededor sin orden aparente y con ritmo caótico. Mi confusión ha soltado pronto su presa.
Hay luz abundante. Mis ojos negros se saben adaptados a esta circunstancia. Mis músculos son fuertes y el hambre acuciante.
Sé que puedo aprovechar la noche para avanzar, para alimentarme, para aferrarme ávido a estas montañas, a estos árboles, a estos valles. Pero por qué sé que el alba vendrá tras la noche, por qué avanzar y a dónde, cómo alimentarme, desconozco todo esto. Pero ésta es la noche. Y me siento cómodo con su sola compañía.
sábado, 11 de agosto de 2012
Logorista - Shalot I
Abro los ojos. Una
oscuridad aún más profunda que la de mi inconsciencia anega el
mundo que me rodea. Un hedor terrible y penetrante llena mis
poderosos pulmones de aire frío.
Reteniendo apenas
las arcadas, penetro en las tinieblas, adelantando pasos inseguros
sobre huesos mohosos y masas informes y húmedas.
Tropezando,
tratando con dificultad de distinguir muro, techo, suelo y banco de
piedra, sigo tanteando las pegajosas superficies del osario que me ve
nacer.
Hasta que una luz
que no es luz sino acaso una penumbra menos indolente que ésta riega
mis ojos negros.
Asciendo, ávido,
por una escalinata sobre cuyo final se extiende todo el poderío del
firmamento y los astros sobre él y puede ver por primera vez mi
joven alma el siniestro reino de la noche iluminado por la inocente
luz plateada de una luna sin nombre.
Y recuerdo.
Me llamo Avaron
Tanatarca.
Soy la sombra de
toda forma de luz.
Soy el hálito de
la noche.
Aquel por quien
los Etéreos lloran sangre.
Adalid de las Tres
Casas, Celador de todo paso a la Llanura de Sombras.
Voz de la
Oscuridad.
Por mí danzan los
Errantes y por mí arden los desiertos. Por mí yacen las columnas de
piedra y se hunden los abismos de las ciudades de la Noche.
Pierdo el aliento.
En mi agitación, una mano busca un objeto desaparecido junto a mi
cintura. Me calmo rápidamente. Cierro los ojos con fuerza para
intentar paliar el dolor que atraviesa mi pecho. Intento recobrar la
compostura, respiro hondo; con una mano presionando el tenso vendaje
sobre el corazón, trato de levantarme sin resultado. De nuevo me
calmo y dejo que la angustia pase. Porque es angustia lo que ha
traído este sueño, ¿verdad? ¿O era otra cosa? Aún con los ojos
cerrados, pongo en orden mis pensamientos, pero mi interior semeja un
turbulento y frenético batán convertido en infernal máquina de
torturas. La comparación me resulta pintoresca, pero el humor
tampoco ayuda a esclarecer nada. Imágenes. De nuevo, por tercera
mañana consecutiva, trato de centrarme en las imágenes que algún
demonio ha puesto dentro de mí durante la noche... pero no encuentro
nada salvo una inerte masa, como una forma de luz o de materia que no
es una cosa ni otro sino solamente caos primigenio y sin forma.
Abro los ojos. Un
fulgor blanquecino ilumina el pequeño espacio. El frescor apenas
húmedo inunda la tienda, aliándose de alguna forma con esa luz
etérea y con las animadas voces que me rodean. Una perceptible brisa
agita levemente la tela blanca que cubre la entrada a la tienda;
entre sus pliegues se adivina el más puro verde que han visto jamás
mis ojos. Vuelvo los ojos al pequeño objeto metálico que me
devuelve su brillo desde mi pecho. Lo cojo entre las manos y hundo la
mirada en sus inscripciones, como tantas veces he hecho ya en estos
días.
~ Avaron
Anthrop ~
Logorista de
Segundo Grado
Capitán al
servicio del 14º Regimiento,
Armada Eīmier
Siento retornar la
oleada de nebulosa emoción. Vuelvo a verme tendido, maltrecho,
rodeado de vísceras malolientes, sangre coagulada y barro frío.
Vuelvo a contemplar la silueta de mis manos recortadas contra el
cielo plomizo sosteniendo, como ahora, la pequeña placa de acero, la
liviana cadena enroscada en mis manos sucias, entornando los ojos con
dificultad, leyendo las líneas y...
-¡Señor! -truena
una voz.
La luz que rodea
la tienda tiene ahora una enorme mácula en forma de una alta silueta
oscura proyectada en la ligera tela, firme y recta figura.
-¿Sí? -acierto a
preguntar.
-Señor. Se
presenta el Teniente Welrus, señor. ¿Se encuentra dispuesto, señor?
Durante
un instante mi mente vaga inexcusablemente entre esa silueta negra
que espera junto a la entrada y el destello de una imagen extraña
que no pertenece ni a sueño ni a recuerdo -sí, sí, claro,
Teniente.
En condiciones.
-Señor -continúa
tras una breve pausa-. Le esperan en la tienda del Suetarca, señor.
Tan rápido como
ha aparecido, la sombra se retira a algún punto más allá de esta
luz. Aún siento el peso del sopor sobre mí; algún género de
debilidad que atenaza las costillas, ahondando el dolor de la herida
sin cicatrizar, que anquilosa las articulaciones de las piernas, que
adormece los dedos y mantiene un indefinido manto de bruma ante mis
ojos.
Me entrego, en
fin, a un momento de reflexión. De vacío, en realidad. Me recuesto
sobre la dura camilla, cierro los ojos y acomodo la espalda, tensando
y relajando cada músculo de mi cuerpo y preparándome mentalmente
para no sé muy bien qué.
Veo cernirse
rápidamente sobre mí todo el cansancio de una legión de hombres
derrotados. Pero ahora, precisamente... ahora veo algo que no puedo
ver de ninguna forma, como se presiente el amanecer aun en los
últimos retazos de la más negra noche. Antes de, lo admito, pasar
ninguna criba racional, antes de haber podido analizar con calma el
alcance de mi confusión, sonrío. Sonrío al fresco techo de tela, a
la mañana que se alza sobre él y al astro que caldea rápidamente
las lomas.
En sólo tres días
he pasado de la más inmóvil agonía a una jovialidad casi mórbida,
pero no me paro a pensar demasiado en ello mientras aprieto los
cordeles de las altas botas de cuero. Tampoco analizo en profundidad
me súbita alegría mientras me encamiso, me ciño el peto de cuero
curtido o lo cubro con la bata de lino. Me permito el lujo de silbar
una melodía que lleva acompañando mi mente todo este solitario
amanecer, mientras me cuelgo al cuello las anterolentes y al hombro
el catalejo. Paro de silbar, paro de sonreír de forma tan irracional
ahora que salgo al exterior, terminando de ajustarme las pistolas y
el sable a la cintura. Guantes prietos de piel y chambergo, paso
ligero y rítmico, mirada al frente y aceptar el dolor como la
consecuencia lógica que es.
Doscientos
cincuenta pasos. La tienda se extiende a los lados como un antiguo
tanaceo, formando una elegante curva su techo sostenido por varas
inclinadas y sogas. La tela, de un impecable carmesí y estrechas
bandas negras. Dos guardias apostados a sendos lados de una entrada
sencilla a un sombrío reducto de calma en el centro del ruidoso y
caótico devenir del campamento.
No
veo una sola mirada de reproche. Saben que el tiempo que me he tomado
en vestirme, en ceñirme el sable, atarme las botas y arreglar el
sombrero era exactamente el esperado. Pero veo sorpresa en ojos que
no he visto desde hace semanas o meses. Igualmente se acercan los
seis, de uno en uno, para saludarme.
-Llevo
más de una semana esperando conocerle, señor Anthrop -ha comenzado
Daeter, como es correspondiente a su naturaleza de Tautarca-. Me
alegra ver que su recuperación ha sido más rápida que el tiempo
que necesitaban para estimar cuándo despertaría. Es de suponer que
ya conoce al resto de congregados -añade haciendo un gesto amplio
con la mano. Una breve pausa.
-Agradezco
su humildad, mi Tautarca, señor -me quito el sombrero, que un mozo
recoge en el acto de mi mano. Inclino levemente la cabeza y
continúo-. Pero admito que, aunque los demás presentes me son
familiares, no he conocido aún al que ha debido rescatar de la
tempestad a nuestros infantes. Mi Suetarca, señor -me inclino
brevemente ante el adusto personaje de pelirroja perilla, lacio y
escaso cabello, ojos grises, labios rígidos-. Mi Suetarca -añado
inclinándome de nuevo ante el honorable oficial de ojos negros y
pequeños, hundidos en un cráneo de ángulos agudos y sin cabello.
Uno
me devuelve una mirada que no puede ser más fría por no semejar más
al hielo de las cumbres del Auskor; el otro, el amago de una sonrisa
y un asentimiento sencillo.
Rápido
tiendo mi mano a Leukes, Logorista de Primer Grado. Su barba parece
ahora más blanca, espesa y larga, ojos nublados por la inevitable
decrepitud, postura firme, manos débiles que devuelven el apretón
con premura. En silencio tiendo la mano también a un Logorista de
Segundo Grado al que no tengo empeño en recordar. Su escrupulosa
mirada, aviesa y calculadora, parece querer estrellarse contra la
mía. La irracionalidad de su estúpida codicia me provoca más
arcadas en tanto su yo se hace más grande como una burbuja de óleo
negro. Por último me estrecha la mano Thariel, compañero de grado,
de experiencias, de sabiduría, de sangre. Siempre preclaro, siempre
sonriente. Ahora luce una corta barba negra que enmarca unos ojos
verdes llenos de vida y de preguntas. Alto, manos grandes y fuertes,
cuello estrecho y largo, mandíbula recta, sus ojos me interrogan
perentoriamente bajo unas cejas finas y arqueadas.
-Por
favor, caballeros -el Tautarca nos invita a todos, con ademán regio,
a acudir a los asientos de cedro y cuero; dispuestos alrededor de una
mesa redonda de cerca de tres codos de diámetro. Un aprendiz trae
agua fresca en estrechos boles de madera para todos.
Bebemos
en calma. La tela no filtra totalmente el ruido continuo del
exterior, los martilleos, los gritos, el ruido de arrastre. Soy el
último en dejar el bol, seco, sobre la superficie pulida. Dejo
pasear la mirada por la fina marquetería, de dibujos geométricos,
de gran contraste.
-En
primer lugar -comienza Daeter. Su porte se relaja, sus manos
enguantadas descansan en su regazo y su mandíbula se alza-, he de
agradecerle, Gael, su presencia. Su ofrecimiento me es altamente
grato -el aludido sacude la cabeza levemente en señal de respetuosa
desaprobación. El silencio a continuación es breve-. La situación
es crítica, bien lo sabemos todos. Exige de todos nosotros la máxima
discreción, disposición y entrega. La Causa se ve representada en
estas semanas en el comportamiento que estamos demostrando a orillas
del Auskor en estos tramos. No les estoy hablando de factores
estratégicos o de carácter logístico. Es la Causa en sí la que
deviene en cada acción, en cada decisión. La Federación ha
intentado evitar a toda costa este enfrentamiento abierto, deliberado
y brutal, pero la dinámica de los acontecimientos no ha podido ser
prevista con el suficiente... margen de seguridad -un leve movimiento
de cabeza me ha indicado lo que al menos yo veo claramente como una
señal de exasperante reproche. No así su voz ha delatado nada en
tal sentido. No veo en los cuerpos de los Logoristas la menor señal-.
Sé que lo saben, pero insistiré en estos puntos igualmente para
mejor esclarecer mis conclusiones.
»Hoy
es el día catorce de Abril, cierto. La confrontación fatal tuvo
lugar la tarde del día 6. La batalla marchó bien mientras el curso
de los sucesos permanecía dentro de los valores predichos. Éstos
incluían aun la posibilidad, más tarde corroborada, de que se
llevara hasta el lugar un equipo de largo alcance experimental y aún
catastróficamente rudimentario para tratar de contrarrestar los
equipos de arcabuceros de los batallones del Coronel Laese y Froud.
La bondad de este acierto ha sido bien aplacada por el inexcusable
error de no predecir el retorno a la táctica del Herrero. Pero
obviemos este hecho; contábamos con la impecable experiencia del
Suetarca Hanz. Él supo enmendar ese error a tiempo y bajo el mínimo
coste en términos humanos.
»Hablemos
ahora del incidente en sí. Hora aproximada del ocaso. Bien
encauzada, la batalla seguía siendo desfavorable hacia el
Decimocuarto si nos referimos a los números mas los cálculos
ofrecían la medianoche como la hora de la victoria definitiva. Los
detalles de nuestra táctica, conocidos, ya no son relevantes. Los
hechos -dice con un trémulo susurro. Los martilleos, incesantes. Las
voces de los soldados semejan más oscuros murmullos que banales
conversaciones-. Al caer el Sol cayeron varios oficiales. Todos en un
rango de tiempo insólito por lo estrecho. Siete capitanes y los
cuatro coroneles del Decimocuarto. Ignoro si merece o no la pena
prestar atención a los comentarios que respecto a estas muertes han
pronunciado algunos supuestos testigos, ése no es asunto de mi
incumbencia realmente.
-¿Lo
dice porque eran oficiales de menor grado? -interrumpe dolorosamente
Gael con voz grave y melódica-. Porque sí prestará atención a la
caída de Hanz, ¿verdad?
-No
exactamente. Hablo en tal sentido por puro pragmatismo. Era una tarde
nublada, de pronto y rápido crepúsculo. No puedo jurar ni lo haré
por cuanto un infante dolorido, cansado y asustado crea ver en ese
hora de brujas en esa tarde demoníaca.
-De
acuerdo. Disculpe la indiscreción -la breve pausa consecuente
resulta dolorosa. Demasiadas pausas breves, pausas breves por
doquier. Me angustia percatarme de mi sutil cambio de postura, del
sudor de mis manos, de la sequedad de mi garganta, en fin, de mi
incomodidad, de la molestia de la herida en el pecho y el escozor de
los ojos.
-Como
decía, los Coroneles Mörs, Laese, Froud y Meitte cayeron en
circunstancias sin esclarecer, a la vez que siete de los capitanes y
probablemente algún suboficial. Creo difícil y árido investigar
ese último asunto concreto. En este punto, el Suetarca Hanz estaba
avanzando lentamente hacia el centro de una de las formaciones del
flanco norte enemigas, junto a la columna de caballería que dirigía
a tal efecto. Junto a él cabalgaba el Capitán Avaron Anthrop,
requerido en esa situación por su conocimiento relativo a las
formaciones de caballeros de armas y los pormenores de sus
habilidades de defensa así como la estructura de sus armaduras. Su
misión concreta era localizar y neutralizar todo oficial de la
Falange Imperial a su alcance y continuar hacia abajo. De la
protección personal de Hanz estaban al cargo el Coronel Meitte y
Maese Darian. Maese Darian falleció, como sabrán, poco después de
iniciarse la carga, una media hora antes del ocaso. El Coronel
Meitte, como el resto -y otra pausa. El silencio cargado de ruido de
fondo me abruma y me origina una vaga desazón agobiante y mórbida.
Los murmullos cargan el aire de una especie de atmósfera febril y
gris que...
»Capitán
Avaron -interpeló amablemente, alzando las palmas abiertas,
enguantadas, hacia mí. En sus labios pálidos una media sonrisa-.
Con su venia, le solicito que acceda a poner en común todo lo que
sabe acerca de lo que sucedió. Usted lo podrá relatar mejor que
nadie. Para bien o para mal, lo vivió mejor que nadie -no veo ironía
en su mirada. Acaso compasión. Un escalofrío salvaje me recorre la
espalda; nadie se percata de nada, pero yo sí me percato de sus
miradas de analíticas pupilas fulgurando con el hedor de la
curiosidad vomitiva y... respiro hondamente. Parpadeo con más
lentitud para no tener que cerrar los ojos por completo.
Por
los Errantes, cómo les voy a contar qué viví y cómo. Cómo, por
todos los infiernos, podré jurar que ésa es la verdad. Cómo me
atrevería yo, Logorista de Segundo Grado, a romper todos mis
juramentos con un acto tal de soberbia y de ignorancia. Cómo podré
contarles lo que he visto si hasta hace exactamente tres días no he
sido capaz de recordar nada de lo que haya visto desde el día en que
nací hasta el momento en que leí las palabras grabadas en mi chapa de identificación...
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