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martes, 21 de agosto de 2012

Cadena de Mando del Ejército de la Federación


  En este esquema, Avaron está situado en el tercer nivel desde el fondo. Es capitán de una compañía enmarcada en la Divisón XIV de la Armada Eìmier. Es decir, la Eìmier sería la que contiene los Regimientos IX a XVI. Tiene a alrededor de 160 hombres a su mando. Está a las órdenes de un coronel. La batalla enmarcada en el capítulo propiamente llamado 'Shalot' está librada por una sola división, entendiéndose que los regimientos son la unidad mínima en estrategia y que la pérdida del Suetarca Hanz junto a casi todos los oficiales de la división (4 generales, 16 coroneles) supone la pérdida de casi la octava parte del mando de la Armada Eìmier. Es esto lo que provoca la ascensión de Avaron a General en tiempo récord.

jueves, 16 de agosto de 2012

Notas sobre el Aldungar - I «Casos y morfología»


Æc som Avāron.
Æc som Leukesi al-asheri Nukseir.
Æc som Nuksi aname.
Æc som til dae Térea asheri dágeras.
Æc som Nukseiri varaes.
Som til dae Eīmieri kóreas.

El «Idioma Antiguo», al que le correspondería, en sus propios términos, un nombre como "lengua-corazón", está basado en vocabulario y en alguna forma en el proto-indo-europeo reconstruido o PIE. La palabra para designar al PIE*dnghwa, de donde viene el latín dingua -> lingua, sería base para el nombre del IA. Podría unirlo al PIE *wetos- (año, de donde viene vetus, vetusto, viejo) o *-h2el (crecer, alimentar, de donde viene old). Así, podría resultar Aldengur o Aldungar como nombre para el IA, más cogiendo la raíz *al-, "todo", que la que asciende de old. Designaría así la unión de todas las lenguas o la lengua de todos.

Vocabulario y formación

Presentados todos en caso nominativo:
Æc - "Yo", Why not?
Leukes - del PIE *leuk, "luz".
Nuks - del PIE *nokwts, "noche".
Nukseir - de Nuks, relativo a la noche, "sombra, oscuridad".
Téreo - "Etéreo".
Eīmier - del PIE *H1ei- y concretamente de la raíz báltica eīmi, "ir". "Los que marchan", es decir, "Errantes".
Asher - del PIE*ésH₂r̥ y concretamente del sánscrito ásr̥t, "sangre". Aquí, refiriéndome a la sustancia de la cosa, "forma".
Aname - del PIE *H₂enH₁- y concretamente del latín anima, "aliento".
Plural:
Æc - 
Leukesia - 'ia' después de -s. Aquí cambia 'Léukes' por 'Leukésia'.
Nuksia - ""
Nukseira - 
Térea - 
Eīmiera - 
Ashera
Anámea 

Se podrá observar que el Aldungar es relativamente sencillo de analizar. Se trata de un idioma flexivo y fusionante. Además, igual que las lenguas indoeuropeas, se trata de una lengua nominativo-acusativa, pues se trata de igual forma al sujeto de un verbo transitivo y al sujeto de un verbo intransitivo frente al objeto del verbo transitivo (Avaron come, frente a Avaron come patatas, teniendo 'patatas' una flexión propia del caso acusativo).

Formo el caso genitivo directamente sobre el nominativo.
-Añadiendo 'i'.
Æc som Nuksi aname.
Como del latín (tomado de un ejemplo en Wikipedia):
En latín, tenemos formas como filius amici '(el) hijo del amigo' o amicus filii '(el) amigo del hijo'
Así, "Yo soy de-(la)-Noche (el)-aliento", "Yo soy el aliento de la noche"
-'iar', 'jar'. Como caso posesivo, como variante especial del genitivo.
Ic es Avāronjar asher. - "Esta es de-Avaron sangre", "Esta es la sangre de Avaron".
'jar', con 'j' como aproximante palatal, como en 'you', 'Iä!' o 'Einherjar'. Añadido al poseedor, como en 'Avaron's'. Para nombres propios sin duda. Cuando es inalienable en comunes.
Ic es asherjar erod. - "Este es de-(la)-sangre rojo", "Este es el rojo de la sangre".
Ic es nuksi dágera. - "Este es el llanto de la noche". Es alienable, terminación 'i'.
Ic es nuksjar nukseir. - "Esta es la sombra/oscuridad de la noche". Totalmente inalienable, de hecho, es redundante.
-Por derivación, 'eir' e 'ircomo 'perteneciente a', 'relacionado con', para sustantivación. Estrictamente hablando, éste es el caso dedativo.
Así, una corriente ideológica creada por Avaron podría ser llamada 'Avāroneir' o ''Avāronair'. Mientras que de ella se podría decir que se trata de ''Avāronjar theor', es decir, le pertenece.
De aquí, la sustantivación del principal atributo de 'Nuk', la Noche, sería 'Nukseir' como "Sombra / Oscuridad".
De la Luz podemos sustantivar el brillo en sí diciendo 'Leukesir'.
Así, podríamos hablar del brillo de la noche construyendo 'Nuksi leukesir' o 'Nuksjar leukesir', lo que se consideraría más poético por la enfatización de la ironía; de la luz de la oscuridad, 'Nukseiri leukes' y equivalentemente 'Nukseirjar leukes', 'Leukesi nukseir', 'Leukesjar nukseir', etc.
La terminación 'eir' o 'ir' es arbitraria para según qué palabras.

-Caso acusativo, designando al complemento directo objetivo de un verbo transitivo.
Æc som til dae Térea asheri dágeras.
Aquí, "Yo soy aquel por quien los Etéreos lloran sangre". Se construye igual que el genitivo general, obviando las variedades posesivas y demás.
"Æc Avāroni ekshem" sería "Yo veo a Avaron".

-Caso dativo, dirección, complemento indirecto.
Avāron engari Ledad oOo. "Avaron le dijo a Leda 'oOo'". Aquí se obvia el caso acusativo para el mensaje.
Se añade -d al complemento cuando se pueda.
Avāroned.
Avāron doneri Tautarkad an lítere. "Avaron dio al Tautarca un libro".
Avāron doneri Tautarkad líteri. "Avaron dio al Tautarca el libro".
Avāron doneri Tautarkad líterai. "Avaron dio al Tautarca los libros".
Avāron doneri lítered Tautarki. "Avaron dio al libro un Tautarca".
Mejor construido anteponiendo el objeto indirecto al directo.

-Caso ablativo. Complementos circunstanciales.
Causa, por el sufijo/preposición dae, equivalente a 'por'.
Æc som til dae Térea asheri dágeras. Podría ser también Æcdae som til, Térea asheri dágeras, "Por mí soy este/aquel, que los Etéreos lloran sangre",
Avārondae Térea asheri dágeras, "por Avaron lloran sangre los Etéreos".
La pronunciación de la -e se desvirtúa con 'dae' como sufijo hasta poder pronunciarse como Avārondah.

-Caso locativo. Indicando lugar, sufijo it (después preposición); equivalente a 'en'.
Auskorit Avāron dágeras. "Avaron llora en el Auskor".

-Caso instrumental. Indicando con qué. Prefijo y posterior preposición ta.
Ta-kórelos Avāron dáunas al-gómoni. "Con furia Avaron destruye a todos los hombres"








miércoles, 15 de agosto de 2012

Logorista - Despertar I



Æc som Avāron.
Æc som Leukesi al-asheri Nukseir.
Æc som Nuksi aname.
Æc som til dae Enknedeir asher díteras.
Æc som Nukseiri varaes.
Som til dae Eīmieri kóreas.

Abro los ojos.
Unas palabras que danzan ante mis ojos y se escapan más allá de mi alcance. Casi me aferro a ellas. Pero ya no queda nada, ni un solo destello de la lucidez de un sueño; ahora sólo me rodea la oscuridad. La oscuridad y un hedor penetrante y húmedo. Unos poderosos pulmones que duelen por el frío aire.
Busco en mi interior y no veo más de lo que ya ven unos ojos, el vacío absoluto. ¿Qué? Oscuridad. ¿Dónde? En la Oscuridad. ¿Cuándo? Ahora.
Reteniendo apenas las arcadas, me alzo desde el suelo. La angustia, el mareo, me asaltan. No por el olor, desde luego. Un dolor líquido anega mi cabeza junto a centenares de agudas agujas. Abro con fuerza mis ojos; por un momento me parece ver sonreír a la mismísima oscuridad. Inspiro con calma. El dolor cede rápidamente; el mareo, la sombra, la humedad, persisten. Me rodea un silencio absoluto, una quietud sin nombre. No estoy seguro de cuánto tiempo, pero pasa alguno antes de que una idea aflore, como una... como una casi imperceptible luz.
Me giro hacia esta idea informe y siento el amable roce de la brisa en mi piel, en mi pelo. Avanzo. Mis pies trastabillan con obstáculos que de inmediato identifico como huesos, mis manos tendidas hacia la negrura rozan aquí y allá una mohosa piedra, una húmeda superficie de madera o una fría mancha de espeso hedor. Avanzo así, casi sobre mis cuatro miembros. Avanzo entre huesos y sangre, entre órganos y podredumbre, entre frío, humedad y sombra. Mis dedos encuentran algo. Una escalera de piedra. La certeza me impresiona por su sencillez. Asciende vertiginosamente hacia una oscuridad más fresca, más seca, más viva. Yo asciendo con ella y contra el aire que acaricia mi cuerpo.
Y ahí está. Es la primera vez que veo esta luz pero es mi hermana. La conozco tanto como a la espesura que me ha visto nacer. Extiende su dominio argénteo por toda la extensión de una amplia llanura de sombras desde mi mano tendida al firmamento hasta ella misma y el mismo horizonte.
Un deforme disco de fuego blanco, altivo pero enfermizo, reina sobre un océano de roca y arboleda. Impera orgulloso, minúsculo, desde un manto negro de innumerables diamantes engarzados. Un surco carmesí cruza de horizonte a horizonte el firmamento, estela sanguinolenta. Pero extrañas luces contaminan el bello espectáculo; de destellos dorados, rojizos, pálidos y verdosos, rodeados de angostas volutas de luz violeta o de raros colores. Danzan con gran lentitud alrededor sin orden aparente y con ritmo caótico. Mi confusión ha soltado pronto su presa.
Hay luz abundante. Mis ojos negros se saben adaptados a esta circunstancia. Mis músculos son fuertes y el hambre acuciante.
Sé que puedo aprovechar la noche para avanzar, para alimentarme, para aferrarme ávido a estas montañas, a estos árboles, a estos valles. Pero por qué sé que el alba vendrá tras la noche, por qué avanzar y a dónde, cómo alimentarme, desconozco todo esto. Pero ésta es la noche. Y me siento cómodo con su sola compañía.

sábado, 11 de agosto de 2012

Logorista - Shalot I


Abro los ojos. Una oscuridad aún más profunda que la de mi inconsciencia anega el mundo que me rodea. Un hedor terrible y penetrante llena mis poderosos pulmones de aire frío.
Reteniendo apenas las arcadas, penetro en las tinieblas, adelantando pasos inseguros sobre huesos mohosos y masas informes y húmedas.
Tropezando, tratando con dificultad de distinguir muro, techo, suelo y banco de piedra, sigo tanteando las pegajosas superficies del osario que me ve nacer.
Hasta que una luz que no es luz sino acaso una penumbra menos indolente que ésta riega mis ojos negros.
Asciendo, ávido, por una escalinata sobre cuyo final se extiende todo el poderío del firmamento y los astros sobre él y puede ver por primera vez mi joven alma el siniestro reino de la noche iluminado por la inocente luz plateada de una luna sin nombre.
Y recuerdo.
Me llamo Avaron Tanatarca.
Soy la sombra de toda forma de luz.
Soy el hálito de la noche.
Aquel por quien los Etéreos lloran sangre.
Adalid de las Tres Casas, Celador de todo paso a la Llanura de Sombras.
Voz de la Oscuridad.
Por mí danzan los Errantes y por mí arden los desiertos. Por mí yacen las columnas de piedra y se hunden los abismos de las ciudades de la Noche.

Pierdo el aliento. En mi agitación, una mano busca un objeto desaparecido junto a mi cintura. Me calmo rápidamente. Cierro los ojos con fuerza para intentar paliar el dolor que atraviesa mi pecho. Intento recobrar la compostura, respiro hondo; con una mano presionando el tenso vendaje sobre el corazón, trato de levantarme sin resultado. De nuevo me calmo y dejo que la angustia pase. Porque es angustia lo que ha traído este sueño, ¿verdad? ¿O era otra cosa? Aún con los ojos cerrados, pongo en orden mis pensamientos, pero mi interior semeja un turbulento y frenético batán convertido en infernal máquina de torturas. La comparación me resulta pintoresca, pero el humor tampoco ayuda a esclarecer nada. Imágenes. De nuevo, por tercera mañana consecutiva, trato de centrarme en las imágenes que algún demonio ha puesto dentro de mí durante la noche... pero no encuentro nada salvo una inerte masa, como una forma de luz o de materia que no es una cosa ni otro sino solamente caos primigenio y sin forma.
Abro los ojos. Un fulgor blanquecino ilumina el pequeño espacio. El frescor apenas húmedo inunda la tienda, aliándose de alguna forma con esa luz etérea y con las animadas voces que me rodean. Una perceptible brisa agita levemente la tela blanca que cubre la entrada a la tienda; entre sus pliegues se adivina el más puro verde que han visto jamás mis ojos. Vuelvo los ojos al pequeño objeto metálico que me devuelve su brillo desde mi pecho. Lo cojo entre las manos y hundo la mirada en sus inscripciones, como tantas veces he hecho ya en estos días.

~ Avaron Anthrop ~
Logorista de Segundo Grado
Capitán al servicio del 14º Regimiento,
Armada Eīmier

Siento retornar la oleada de nebulosa emoción. Vuelvo a verme tendido, maltrecho, rodeado de vísceras malolientes, sangre coagulada y barro frío. Vuelvo a contemplar la silueta de mis manos recortadas contra el cielo plomizo sosteniendo, como ahora, la pequeña placa de acero, la liviana cadena enroscada en mis manos sucias, entornando los ojos con dificultad, leyendo las líneas y...
-¡Señor! -truena una voz.
La luz que rodea la tienda tiene ahora una enorme mácula en forma de una alta silueta oscura proyectada en la ligera tela, firme y recta figura.
-¿Sí? -acierto a preguntar.
-Señor. Se presenta el Teniente Welrus, señor. ¿Se encuentra dispuesto, señor?
Durante un instante mi mente vaga inexcusablemente entre esa silueta negra que espera junto a la entrada y el destello de una imagen extraña que no pertenece ni a sueño ni a recuerdo -sí, sí, claro, Teniente. En condiciones.
-Señor -continúa tras una breve pausa-. Le esperan en la tienda del Suetarca, señor.
Tan rápido como ha aparecido, la sombra se retira a algún punto más allá de esta luz. Aún siento el peso del sopor sobre mí; algún género de debilidad que atenaza las costillas, ahondando el dolor de la herida sin cicatrizar, que anquilosa las articulaciones de las piernas, que adormece los dedos y mantiene un indefinido manto de bruma ante mis ojos.
Me entrego, en fin, a un momento de reflexión. De vacío, en realidad. Me recuesto sobre la dura camilla, cierro los ojos y acomodo la espalda, tensando y relajando cada músculo de mi cuerpo y preparándome mentalmente para no sé muy bien qué.
Veo cernirse rápidamente sobre mí todo el cansancio de una legión de hombres derrotados. Pero ahora, precisamente... ahora veo algo que no puedo ver de ninguna forma, como se presiente el amanecer aun en los últimos retazos de la más negra noche. Antes de, lo admito, pasar ninguna criba racional, antes de haber podido analizar con calma el alcance de mi confusión, sonrío. Sonrío al fresco techo de tela, a la mañana que se alza sobre él y al astro que caldea rápidamente las lomas.
En sólo tres días he pasado de la más inmóvil agonía a una jovialidad casi mórbida, pero no me paro a pensar demasiado en ello mientras aprieto los cordeles de las altas botas de cuero. Tampoco analizo en profundidad me súbita alegría mientras me encamiso, me ciño el peto de cuero curtido o lo cubro con la bata de lino. Me permito el lujo de silbar una melodía que lleva acompañando mi mente todo este solitario amanecer, mientras me cuelgo al cuello las anterolentes y al hombro el catalejo. Paro de silbar, paro de sonreír de forma tan irracional ahora que salgo al exterior, terminando de ajustarme las pistolas y el sable a la cintura. Guantes prietos de piel y chambergo, paso ligero y rítmico, mirada al frente y aceptar el dolor como la consecuencia lógica que es.
Doscientos cincuenta pasos. La tienda se extiende a los lados como un antiguo tanaceo, formando una elegante curva su techo sostenido por varas inclinadas y sogas. La tela, de un impecable carmesí y estrechas bandas negras. Dos guardias apostados a sendos lados de una entrada sencilla a un sombrío reducto de calma en el centro del ruidoso y caótico devenir del campamento.

No veo una sola mirada de reproche. Saben que el tiempo que me he tomado en vestirme, en ceñirme el sable, atarme las botas y arreglar el sombrero era exactamente el esperado. Pero veo sorpresa en ojos que no he visto desde hace semanas o meses. Igualmente se acercan los seis, de uno en uno, para saludarme.
-Llevo más de una semana esperando conocerle, señor Anthrop -ha comenzado Daeter, como es correspondiente a su naturaleza de Tautarca-. Me alegra ver que su recuperación ha sido más rápida que el tiempo que necesitaban para estimar cuándo despertaría. Es de suponer que ya conoce al resto de congregados -añade haciendo un gesto amplio con la mano. Una breve pausa.
-Agradezco su humildad, mi Tautarca, señor -me quito el sombrero, que un mozo recoge en el acto de mi mano. Inclino levemente la cabeza y continúo-. Pero admito que, aunque los demás presentes me son familiares, no he conocido aún al que ha debido rescatar de la tempestad a nuestros infantes. Mi Suetarca, señor -me inclino brevemente ante el adusto personaje de pelirroja perilla, lacio y escaso cabello, ojos grises, labios rígidos-. Mi Suetarca -añado inclinándome de nuevo ante el honorable oficial de ojos negros y pequeños, hundidos en un cráneo de ángulos agudos y sin cabello.
Uno me devuelve una mirada que no puede ser más fría por no semejar más al hielo de las cumbres del Auskor; el otro, el amago de una sonrisa y un asentimiento sencillo.
Rápido tiendo mi mano a Leukes, Logorista de Primer Grado. Su barba parece ahora más blanca, espesa y larga, ojos nublados por la inevitable decrepitud, postura firme, manos débiles que devuelven el apretón con premura. En silencio tiendo la mano también a un Logorista de Segundo Grado al que no tengo empeño en recordar. Su escrupulosa mirada, aviesa y calculadora, parece querer estrellarse contra la mía. La irracionalidad de su estúpida codicia me provoca más arcadas en tanto su yo se hace más grande como una burbuja de óleo negro. Por último me estrecha la mano Thariel, compañero de grado, de experiencias, de sabiduría, de sangre. Siempre preclaro, siempre sonriente. Ahora luce una corta barba negra que enmarca unos ojos verdes llenos de vida y de preguntas. Alto, manos grandes y fuertes, cuello estrecho y largo, mandíbula recta, sus ojos me interrogan perentoriamente bajo unas cejas finas y arqueadas.
-Por favor, caballeros -el Tautarca nos invita a todos, con ademán regio, a acudir a los asientos de cedro y cuero; dispuestos alrededor de una mesa redonda de cerca de tres codos de diámetro. Un aprendiz trae agua fresca en estrechos boles de madera para todos.
Bebemos en calma. La tela no filtra totalmente el ruido continuo del exterior, los martilleos, los gritos, el ruido de arrastre. Soy el último en dejar el bol, seco, sobre la superficie pulida. Dejo pasear la mirada por la fina marquetería, de dibujos geométricos, de gran contraste.
-En primer lugar -comienza Daeter. Su porte se relaja, sus manos enguantadas descansan en su regazo y su mandíbula se alza-, he de agradecerle, Gael, su presencia. Su ofrecimiento me es altamente grato -el aludido sacude la cabeza levemente en señal de respetuosa desaprobación. El silencio a continuación es breve-. La situación es crítica, bien lo sabemos todos. Exige de todos nosotros la máxima discreción, disposición y entrega. La Causa se ve representada en estas semanas en el comportamiento que estamos demostrando a orillas del Auskor en estos tramos. No les estoy hablando de factores estratégicos o de carácter logístico. Es la Causa en sí la que deviene en cada acción, en cada decisión. La Federación ha intentado evitar a toda costa este enfrentamiento abierto, deliberado y brutal, pero la dinámica de los acontecimientos no ha podido ser prevista con el suficiente... margen de seguridad -un leve movimiento de cabeza me ha indicado lo que al menos yo veo claramente como una señal de exasperante reproche. No así su voz ha delatado nada en tal sentido. No veo en los cuerpos de los Logoristas la menor señal-. Sé que lo saben, pero insistiré en estos puntos igualmente para mejor esclarecer mis conclusiones.
»Hoy es el día catorce de Abril, cierto. La confrontación fatal tuvo lugar la tarde del día 6. La batalla marchó bien mientras el curso de los sucesos permanecía dentro de los valores predichos. Éstos incluían aun la posibilidad, más tarde corroborada, de que se llevara hasta el lugar un equipo de largo alcance experimental y aún catastróficamente rudimentario para tratar de contrarrestar los equipos de arcabuceros de los batallones del Coronel Laese y Froud. La bondad de este acierto ha sido bien aplacada por el inexcusable error de no predecir el retorno a la táctica del Herrero. Pero obviemos este hecho; contábamos con la impecable experiencia del Suetarca Hanz. Él supo enmendar ese error a tiempo y bajo el mínimo coste en términos humanos.
»Hablemos ahora del incidente en sí. Hora aproximada del ocaso. Bien encauzada, la batalla seguía siendo desfavorable hacia el Decimocuarto si nos referimos a los números mas los cálculos ofrecían la medianoche como la hora de la victoria definitiva. Los detalles de nuestra táctica, conocidos, ya no son relevantes. Los hechos -dice con un trémulo susurro. Los martilleos, incesantes. Las voces de los soldados semejan más oscuros murmullos que banales conversaciones-. Al caer el Sol cayeron varios oficiales. Todos en un rango de tiempo insólito por lo estrecho. Siete capitanes y los cuatro coroneles del Decimocuarto. Ignoro si merece o no la pena prestar atención a los comentarios que respecto a estas muertes han pronunciado algunos supuestos testigos, ése no es asunto de mi incumbencia realmente.
-¿Lo dice porque eran oficiales de menor grado? -interrumpe dolorosamente Gael con voz grave y melódica-. Porque sí prestará atención a la caída de Hanz, ¿verdad?
-No exactamente. Hablo en tal sentido por puro pragmatismo. Era una tarde nublada, de pronto y rápido crepúsculo. No puedo jurar ni lo haré por cuanto un infante dolorido, cansado y asustado crea ver en ese hora de brujas en esa tarde demoníaca.
-De acuerdo. Disculpe la indiscreción -la breve pausa consecuente resulta dolorosa. Demasiadas pausas breves, pausas breves por doquier. Me angustia percatarme de mi sutil cambio de postura, del sudor de mis manos, de la sequedad de mi garganta, en fin, de mi incomodidad, de la molestia de la herida en el pecho y el escozor de los ojos.
-Como decía, los Coroneles Mörs, Laese, Froud y Meitte cayeron en circunstancias sin esclarecer, a la vez que siete de los capitanes y probablemente algún suboficial. Creo difícil y árido investigar ese último asunto concreto. En este punto, el Suetarca Hanz estaba avanzando lentamente hacia el centro de una de las formaciones del flanco norte enemigas, junto a la columna de caballería que dirigía a tal efecto. Junto a él cabalgaba el Capitán Avaron Anthrop, requerido en esa situación por su conocimiento relativo a las formaciones de caballeros de armas y los pormenores de sus habilidades de defensa así como la estructura de sus armaduras. Su misión concreta era localizar y neutralizar todo oficial de la Falange Imperial a su alcance y continuar hacia abajo. De la protección personal de Hanz estaban al cargo el Coronel Meitte y Maese Darian. Maese Darian falleció, como sabrán, poco después de iniciarse la carga, una media hora antes del ocaso. El Coronel Meitte, como el resto -y otra pausa. El silencio cargado de ruido de fondo me abruma y me origina una vaga desazón agobiante y mórbida. Los murmullos cargan el aire de una especie de atmósfera febril y gris que...
»Capitán Avaron -interpeló amablemente, alzando las palmas abiertas, enguantadas, hacia mí. En sus labios pálidos una media sonrisa-. Con su venia, le solicito que acceda a poner en común todo lo que sabe acerca de lo que sucedió. Usted lo podrá relatar mejor que nadie. Para bien o para mal, lo vivió mejor que nadie -no veo ironía en su mirada. Acaso compasión. Un escalofrío salvaje me recorre la espalda; nadie se percata de nada, pero yo sí me percato de sus miradas de analíticas pupilas fulgurando con el hedor de la curiosidad vomitiva y... respiro hondamente. Parpadeo con más lentitud para no tener que cerrar los ojos por completo.
Por los Errantes, cómo les voy a contar qué viví y cómo. Cómo, por todos los infiernos, podré jurar que ésa es la verdad. Cómo me atrevería yo, Logorista de Segundo Grado, a romper todos mis juramentos con un acto tal de soberbia y de ignorancia. Cómo podré contarles lo que he visto si hasta hace exactamente tres días no he sido capaz de recordar nada de lo que haya visto desde el día en que nací hasta el momento en que leí las palabras grabadas en mi chapa de identificación...